Mi amigo Alfonso es cantautor. Es ese tipo de personas que es capaz de radiografiar el alma de una ciudad tan sólo con una guitarra. Que vive la música y se aferra a ella como un nÔufrago, como un robinson que se pasea de bar en bar para que todos los que tengan un momento en esta ajetreada vorÔgine puedan respirar sus canciones.
Alfonso no hace mĆŗsica, no solfea. Alfonso filosolfea a travĆ©s de sus textos, de sus acordes, de esa voz que no se rompe a pesar del tabaco. Cada martes, Alfonso se baja en la estación de las esperanzas y sueƱa que se acaba la crisis, que la gente sale a los bares y que el mundo todavĆa tiene arreglo.
Mi amigo el cantautor no canta solo. Se rodea de otros como Ć©l que creen que todavĆa hay esperanza para la mĆŗsica. Que, guitarra en bandolera, se pasean por las calles con discos en la maleta esperando que alguien quiera escucharlos. Que no todo es OT y grandes contratos discogrĆ”ficos. Que todavĆa se puede hacer mĆŗsica con el corazón, que llegue a la gente, que denuncie, que grite al viento. Esos jóvenes que luchan por buscar un futuro fuera de la norma, y que a pesar de las dificultades, lo van consiguiendo dĆa a dĆa.
Mi amigo el cantautor no descansa. Suspira mĆŗsica, respira melodĆas y bosteza letras que regala con una sonrisa, siempre atento al pĆŗblico, regalĆ”ndole bises cada vez que alguien lo pide, como quien regala rosas en un jardĆn de primavera.
Mi amigo el cantautor es capaz de sacarte una sonrisa cada noche, de soñar entre tartas de café, de cantarle a la ley antitabaco o a la generación ni-ni con una guasa socarrona que sólo se entiende en el Sur. En los conciertos, Alfonso nunca estÔ solo. Porque el público que lo conoce sabe dónde tiene que encontrarlo. Porque todos los amantes de la buena música ya conocen ese rincón de magia en el que para el tren de la canción de autor.
Mi amigo Alfonso es un mago de la mĆŗsica. Una persona que canta y sueƱa a partes iguales.Alfonso no hace mĆŗsica, no solfea. Alfonso filosolfea a travĆ©s de sus textos, de sus acordes, de esa voz que no se rompe a pesar del tabaco. Cada martes, Alfonso se baja en la estación de las esperanzas y sueƱa que se acaba la crisis, que la gente sale a los bares y que el mundo todavĆa tiene arreglo.
Mi amigo el cantautor no canta solo. Se rodea de otros como Ć©l que creen que todavĆa hay esperanza para la mĆŗsica. Que, guitarra en bandolera, se pasean por las calles con discos en la maleta esperando que alguien quiera escucharlos. Que no todo es OT y grandes contratos discogrĆ”ficos. Que todavĆa se puede hacer mĆŗsica con el corazón, que llegue a la gente, que denuncie, que grite al viento. Esos jóvenes que luchan por buscar un futuro fuera de la norma, y que a pesar de las dificultades, lo van consiguiendo dĆa a dĆa.
Mi amigo el cantautor no descansa. Suspira mĆŗsica, respira melodĆas y bosteza letras que regala con una sonrisa, siempre atento al pĆŗblico, regalĆ”ndole bises cada vez que alguien lo pide, como quien regala rosas en un jardĆn de primavera.
Mi amigo el cantautor es capaz de sacarte una sonrisa cada noche, de soñar entre tartas de café, de cantarle a la ley antitabaco o a la generación ni-ni con una guasa socarrona que sólo se entiende en el Sur. En los conciertos, Alfonso nunca estÔ solo. Porque el público que lo conoce sabe dónde tiene que encontrarlo. Porque todos los amantes de la buena música ya conocen ese rincón de magia en el que para el tren de la canción de autor.
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